En tus preciosos ojos oscuros
rasgados por la luz intensa
de la mañana
me pareció ver
dos lunas de azabache
rodeadas de nieve pura,
como el áurea que cubre de satén
los días que del otoño convergen
al blanco invierno.
Ojos delicados, telarañas de
seda,
limpia y delicada prenda aguada
con lagrimitas de ternura.
Es tu mirada,
inviernos de silencios
permanentes,
veranos de silencios
cadenciosos.
Como sueños surcando cielos misteriosos,
como espejos de un alma siempre
silente.
Gabriel Maria Pérez
Fuster
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